El continuo incremento de costes laborales para las empresas

El continuo incremento de costes laborales para las empresas

Las empresas en España llevan años sufriendo un incesante incremento en los costes laborales. Cada nueva medida parece sumar una carga más a sus espaldas: más permisos retribuidos, mayor carga fiscal, subidas del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) y, ahora, la reducción de la jornada laboral. La pregunta que muchos empresarios se hacen es: ¿qué vendrá después? ¿Cómo se espera que las empresas sigan funcionando bajo esta presión constante?

 
Aumento de permisos retribuidos y su impacto real

En los últimos tiempos, las empresas han tenido que asumir nuevos permisos retribuidos, desde licencias para el cuidado de familiares hasta permisos por condiciones meteorológicas adversas o donación de órganos. Si bien estas medidas tienen un trasfondo social positivo, no dejan de representar una carga adicional para las empresas, que deben cubrir esas ausencias sin un mecanismo real de compensación.

 
Subida del SMI: una medida unilateral
El Gobierno ha vuelto a aumentar el SMI, situándolo en 1.184 euros mensuales por catorce pagas, un incremento del 4,4% para 2025. Esta decisión se tomó sin el apoyo de las organizaciones empresariales, que proponían una subida más moderada del 3,4%. En los últimos cinco años, el SMI ha subido de forma ininterrumpida sin tener en cuenta el impacto real que esto tiene en la estructura de costes de las pymes, las grandes damnificadas por estas decisiones.

Este aumento, sumado a la reducción de la jornada laboral, supone un doble coste para las empresas: más salario por menos horas trabajadas. Esto genera una presión insostenible sobre las empresas, que deben asumir el pago de mayores sueldos sin un incremento proporcional en la productividad.

 
Aumento de costes de seguridad social: un golpe silencioso
A la subida del SMI se suma el incremento de los costes de seguridad social. En 2025, la base máxima de cotización ha alcanzado los 4.909,50 euros mensuales, y las bases mínimas han aumentado en proporción al SMI. Además, el Mecanismo de Equidad Intergeneracional (MEI) ha subido al 0,80%, afectando directamente a los empleadores. Como si esto no fuera suficiente, se ha añadido una cotización adicional de solidaridad para salarios que superen la base máxima de cotización. Todo esto significa, en la práctica, que contratar en España es cada vez más caro.
 
La reducción de jornada: una bomba de relojería
Ahora, el nuevo frente abierto es la reducción de la jornada laboral. Para que esto fuera viable, la productividad debería aumentar significativamente, pero los datos muestran que en los últimos dos años la productividad por hora trabajada ha subido apenas un 1,7%, mientras que el coste laboral unitario ha aumentado un 10%. Si la jornada laboral se reduce sin un aumento proporcional de la productividad, la consecuencia directa es un incremento de los costes laborales sin una compensación real en eficiencia.
Las opciones que tienen los empresarios para afrontar esta situación son limitadas: contratar más personal (lo que aumenta los costes aún más), reducir sus márgenes de beneficio (arriesgando la viabilidad del negocio) o trasladar los costes a los precios finales, lo que podría alimentar la inflación.
 
El cierre de empresas: una realidad que no se quiere ver
Las consecuencias de estas políticas ya se están viendo. En los primeros meses de 2024, más de 50.000 pymes cerraron en España debido a la inflación, el aumento de los costes operativos y la incertidumbre económica. Además, el número de autónomos ha caído en más de 70.000 en los últimos dos años. Sin embargo, estas cifras parecen no importar a quienes toman las decisiones, que continúan impulsando medidas que ponen en jaque la supervivencia de miles de pequeños negocios.
 
El desafío de emprender en España
Según un artículo de Expansión, el 56% de los empresarios considera que España no es un buen país para emprender. La sobrerregulación, la inseguridad jurídica y la elevada presión fiscal crean un entorno poco atractivo para la inversión y la creación de empresas. Además, un 66% de los empresarios cree que la imagen de los empresarios en la sociedad es negativa, lo que refleja un clima poco favorable para quienes generan empleo y riqueza.
 
Inflación y costes operativos: un círculo vicioso
La inflación también juega en contra de las empresas. En 2022, el IPC alcanzó el 10,8%, y aunque en 2024 los niveles han descendido, los efectos aún se sienten. Las empresas deben lidiar con el aumento de los costes de producción, la reducción del poder adquisitivo de los consumidores y dificultades en la gestión de tesorería. Todo ello complica aún más la supervivencia de los negocios.

 
Conclusión: ¿qué más falta por venir?
El hartazgo de las empresas es evidente. Cada nueva medida supone un nuevo obstáculo para la viabilidad de los negocios, especialmente para las pymes, que son las que más sufren el peso de estas decisiones. Si el objetivo es lograr un crecimiento económico sostenible y la creación de empleo de calidad, es fundamental encontrar un equilibrio real entre la mejora de las condiciones laborales y la capacidad de las empresas para asumir estos cambios sin verse abocadas al cierre.